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Recuerdos de las mil y una noches - 4 días en Marruecos

  • Foto del escritor: Verónica B.
    Verónica B.
  • 1 ago 2019
  • 5 Min. de lectura

Como prometí en la anterior entrada, en esta os contaría algunas de las anécdotas de nuestro viaje a Fez, que no dejan de ser consejos por si os decidís por esta ciudad del interior de Marruecos, una de las más importantes del país.


Cuando se acaba un viaje lo que quedan son los recuerdos; recuerdos del sabor de aquella comida, de una conversación en otro idioma, de experiencias que no habíamos vivido antes o de las calles que tanto hemos caminado con nuestros pies. Luego están las fotos, que lo complementan todo muy bien ya no para acordarnos, porque de lo que realmente se queda en la memoria uno se acuerda, sino para enseñar e ilustrar a los demás lo que se ha visto, para que entiendan por qué se les está contando ese recuerdo.


De Fez guardo muchos recuerdos y he podido fotografiarlos para que lleguen a más gente... al fin y al cabo, ¿no es ese el objetivo de todo esto?.



Fast & Furious.


En estos 4 días hemos vivido toda la saga de Fast & Furious al menos tres veces. El primer día aprendimos que la velocidad en carretera, ya que era de noche, no importaba mucho; tampoco responder al teléfono mientras se conducía o cruzarse con otros coches casi demasiado cerca.


Los taxis en Fez, los más populares, son los petit taxi (los de rojo) que permiten llevar hasta un máximo de 3 personas y nosotros éramos 4. Ahí empezó un poco la aventura de no saber qué estaba pasando, ya que yo intentaba chapurrear el francés (en árabe no me entendían del todo bien) pero aún así no sé como pudimos llegar a la Gare de Fez de una pieza.


Esos taxis no tienen cinturón, lo que nos chocó al principio, aunque luego nos acostumbramos y era lo más cómodo del mundo. Te daba una sensación de libertad no estar atada e ir a (seguramente) más de la velocidad permitida que no encuentras en un país como España. Lo de la seguridad ya es otro tema.


En Meknés nos encontramos otro tipo de taxis, estos sí que permitían llevar a 4 personas, pero esta vez las puertas no funcionaban y la música marroquí estuvo sonando en nuestros oídos hasta que llegamos a nuestro destino.






Comida casera... literalmente.


Mirar las reseñas es importante, de pensar lo contrario no estaría haciendo este blog. Y nosotros, como buenos turistas de libro, miramos las reseñas de los restaurantes más conocidos en Fez y Meknés.

Lo que nos sorprendió al verlas fue un restaurante llamado Aaisha, un nombre de mujer, que consistía de una pequeña habitación con dos mesas, un televisor, una nevera y una cocina. Este era el restaurante mejor valorado en toda la ciudad y sería por algo.


Después de callejuelas dentro de la medina llegamos a este restaurante, que se trataba de un negocio familiar al parecer y servía comida casera marroquí. Una de las cocineras y la que daba nombre al sitio, Aaisha, nos explicó los platos que no teníamos muy claros y nos preparó en el momento una limonada con toques de hierbabuena, eso sí... ¡con agua mineral! ya que estábamos avisados de que el agua del grifo no sentaba muy bien a los españoles...


En Aaisha pudimos disfrutar de la verdadera comida marroquí mientras veíamos como la cocinaban con toda la destreza del mundo de las mujeres marroquíes tan conocidas por su hospitalidad. Al final de la velada nos quisimos hacer una foto con ella, supongo que no mirará esta publicación, pero la mujer se quedó contenta en el momento y nos ofreció una maravillosa sonrisa mientras posábamos al lado de sus platos.





La maravilla de las tenerías.


En Fez todo el mundo quiere ser tu amigo, quiere que le compres a cambio de su amabilidad y llegó un momento que perdimos la confianza en todo aquel que nos quería llevar a algún sitio, cosa que casi nos hace perdernos uno de los monumentos más representativos de la ciudad: las tenerías.

Gracias a mi padre, el bueno del grupo que depositó la confianza en un chico que le llamaba, conocimos a Youssef.


Youssef, como toda su familia, trabajaba en las tenerías y sabía muy bien en qué consistía el proceso de trabajar las pieles que les traían cada día. Con un español de calle, nos explicó cada paso que había que seguir y nos dejó admirar tanto el trabajo que se estaba realizando en ese momento como los objetos de su tienda que pretendía vender.


Yo me quedé con los pasos siguientes:


1. la piel llega de los mataderos y se sube en los burros (transporte de la medina)

2. se trata la piel con químicos y se tinta con pigmentos naturales

3. se deja secar al sol hasta que todo el color no se desprenda

4. se alisa y se pone lista para convertir en todo tipo de objetos: estuches, mochilas, bandoleras...


Youssef tenía labia para explicarlo, ojalá pudieráis escucharle a él en vez de a mi, pero yo con tanta maravilla solamente podía fijarme en el equilibrio de los trabajadores al pasar por las tinas llenas de pigmentos de todo tipo.





Los vecinos más cercanos.


Cuando los españoles pensamos en nuestros vecinos, no pensamos en los de al lado haciendo ruido o los que nos ayudan si nos pasa algo, pensamos en los franceses. Y nos llenamos de rabia: los gabachos nos tienen envidia; se creen mejores; nos odian...

Desde que volví de Marruecos no considero que ellos sean nuestros vecinos, por mucho que estemos más cerca en tierra, los marroquíes son nuestros vecinos por cercanía.


La hospitalidad con la que nos hemos encontrado una vez llegados a Marruecos fue un regalo que nos ayudó en más de una ocasión a que nuestro viaje saliera genial. Jóvenes que nos ayudaban en las estaciones de tren a encontrar un taxi para poder llegar a la medina, conversaciones interesantes con los dueños del hotel, Aaisha y Youssef, que tienen nombres propios... Todos estos personajes se han convertido en una parte muy importante del viaje que recordaremos con cariño gracias a su amabilidad que nos hizo sentir más que en casa, en casa de los vecinos.



Todas estas vivencias que sé que contaremos en los próximos años cada vez que alguien nos pregunten por este país tienen color propio, como cada calle en una de las ciudades más inspiradoras en las que he estado, Fez. El ruido, el acento, la música, los sabores, los olores y las sensaciones se nos quedarán grabadas hasta que dejemos de contar la historia de como 4 valencianos se fueron a una de las ciudades de Marruecos, contándolo como si fuéramos aventureros maravillados por el exotismo de una ciudad completamente diferente a las que habíamos tenido el placer de visitar.


Gracias Fez.





Y a vosotros... ¡gracias por leerme! Nos vemos en la siguiente.


 
 
 

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©2019 by Verónica B. 

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